Texto: Enrique Sancho
Fotos: Carmen Cespedosa
China vuelve a estar de moda para los viajeros españoles. Tras los malos años de la pandemia, que en Asia han durado un poco más que en Europa, las cosas parecen haberse normalizado y viajar allí es muy seguro, la estricta política durante tres años de “cero Covid” que implicaba un cierre casi total de fronteras, ha dado buenos resultados. Desde comienzos de 2023 China se ha abierto de nuevo a todos los viajeros y de forma muy particular a los españoles. Recientemente se ha aumentado el número de países europeos que no necesitan visado –Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, España, Suiza, Irlanda, Hungría, Austria y Luxemburgo–, han aumentado considerablemente los vuelos, con más de 60 frecuencias en ambos sentidos a la semana, han bajado los precios de los vuelos y los hoteles y el interés de los viajeros españoles hacia la antigua y misteriosa Catay, como Marco Polo llamó a este gigantesco país, ha crecido.
Por su parte, los chinos siempre han tenido interés por España, que es el segundo país más visitado en Europa. En 2019, viajaron a nuestro país más de 700.000 turistas chinos, con un gasto medio por persona de 2.400 euros, el más alto de todos los mercados turísticos hasta la fecha, y una estancia media de 7,8 días, también la estancia media más larga entre todos los turistas, según datos de Turespaña. Aunque en 2023 fueron menos de 400.000, se espera que este año se igualen o superen las cifras de 2019.
China se esfuerza por conseguir más visitantes españoles. Ese interés se ha demostrado en los últimos meses en varias presentaciones y muestras de las regiones de Jiangsu y Zhejiang, al norte y al sur de Shanghái, y las provincias de Guangdong y Yunnan, en el sur del país. También la región de Shanxi, cerca de Xiam y poco conocida hasta ahora, y hasta la remota Jilin, en la frontera con Rusia, Corea del Norte y Mongolia Interior.
Pero sin duda la más activa es la región de Jiangsu que presentó en Barcelona una bella muestra de grabados antiguos y en Madrid la belleza de sus nueve jardines Patrimonio de la Humanidad y desde 2018 tiene un centro de promoción turística en España. Y la verdad es que razones para conocer esta bella región, una de las más pujantes de China, no faltan. Aquí mostramos ocho de ellas (aprovechando que el 8 es el número de la buena suerte para los chinos), pero podría haber muchas más.
Donde el agua es la gran protagonista
Cuentan que el nombre de la región, Jiangsu, significa agua. Es probable, porque a su paisaje idílico contribuye la presencia constante del agua en todas sus formas. Además del impresionante río Yangtsé que arroja su enorme caudal al Mar de la China Oriental (parte del Pacífico) muy cerca de Nanjing, capital de la región y también capital de China durante varios períodos históricos, tras recorrer 6.300 kilómetros lo que le convierte en el más largo de Asia y el tercero del mundo, la provincia está surcada por el Gran Canal Beijing-Hangzhou, que cruza buena parte del país, y es el canal artificial más grande del mundo con casi 1.800 kilómetros de recorrido. Es uno de los 56 sitios chinos declarado Patrimonio de la Humanidad. Los ríos Yangtsé, Huaihe, los lagos Taihu y Honghu (dos de los cincos mayores de agua dulce del país), junto con el Gran Canal constituyen un atractivo especial en el que solo por contemplar la majestuosidad de sus paisajes, ya merece la pena visitar Jiangsu. Todo un entramado de ríos entrecruzados y redes acuáticas que hacen que el agua sea la corriente de vida de esta región que ha sabido desde los tiempos antiguos aprovechar su riqueza y convertirla en su fuente de vida. Aquí, hay más de 2.900 canales fluviales y 300 lagos.
Ver el palacio subterráneo del millón de Budas
Si China es el país de las sorpresas permanentes y la región de Jiangsu causa admiración a cada paso, sin duda uno de los lugares más chocantes es el Palacio Usnisa, en Nanjing, la capital de esta provincia. Ahí se encuentra el Parque Cultural Nanjing Niushoushan con bellas colinas, lagos tranquilos y bosques interminables. Aunque es un parque creado artificialmente, el intento moderno de Nanjing de acercarse a la religión milenaria de Buda ha logrado un efecto cautivador. Acompañado de delicados arcos y cúpulas, zonas de agua, murales y hasta una moderna pagoda, está el palacio en sí, que sorprende por sus dimensiones: 220 metros de longitud, 160 metros de anchura y 90 metros de altura. Pero lo más destacado no está a la vista, sino en seis niveles subterráneos a los que se accede por escaleras mecánicas. Aunque ahí está la llamada “Sala de los Mil Budas” o el “Pasillo de los Diez Mil Budas”, en realidad resulta imposible saber la cantidad de imágenes del Siddharta Gautama –pueden ser 100.000... o un millón, nadie las ha contado–, la mayoría en brillantes dorados y rojos (el color de la felicidad en China), lo que choca con la idea del maestro que renunció a la vida lujosa y durante varios años vivió de mendicidad, meditación y ascetismo. La justificación de tanto Buda es que aquí se encuentra un fragmento de cráneo que los creyentes veneran como reliquia de Buda Shakyamuni. De hecho, se bautizó el palacio con la palabra en sánscrito “Usnisa”, que designa la característica protuberancia en la parte posterior del cráneo de los Budas y representa la sabiduría. La zona principal es el Palacio de las Reliquias, que irradia una atmósfera solemne y misteriosa con su combinación de colores oscuros, sirve como un espacio sagrado y un lugar para el culto y la meditación budista. En el centro se encuentra la Pagoda del Tesoro de las Reliquias, de siete metros de altura, adornada con una exquisita decoración dorada. Dentro de la pagoda hay una estupa de loto hexagonal e intrincada que alberga la caja de vidrio sellada que contiene la reliquia del cráneo. La pagoda está equipada con elementos a prueba de fuego y explosión, junto con un sistema de temperatura y humedad constantes para garantizar el ambiente óptimo para la reliquia. Alrededor de la pagoda reliquia hay ocho mosaicos de mármol incomparables que representan la vida de Buda.
Pasear por nueve jardines Patrimonio de la Humanidad
El arte de la jardinería tiene, para los chinos, la misma consideración sagrada que la escritura o la poesía. El jardín es, a la vez, parte de su hogar y lugar de recreo, un lugar mágico, un cosmos en miniatura en el que se procura recrear la imagen de una naturaleza ideal. Los jardines son joyas resplandecientes del patrimonio cultural de la humanidad y ahí están los del Palacio de Versalles en Francia, el Jardín de las Colinas en Inglaterra, el Palacio Real de Aranjuez o La Granja en España y, por supuesto, también los jardines chinos que son conocidos en todo el mundo por su cuidado diseño que se basa en principios de jardinería establecidos hace más de 2000 años. Buen ejemplo es el Jardín del Administrador Humilde en Suzhou, a orillas del lago Taihu y en el delta del río Yangtsé que, tras su “modesto nombre”, esconde uno de los jardines más fabulosos que existen no solo en China, sino en el mundo. Se empezó a construir durante la dinastía Ming (1509) y tiene una superficie de 52.000 metros cuadrados. Todo el jardín está centrado en el agua, con colinas verdes, pabellones y delicadas flores y árboles frondosos, llenos de esplendor poético y pictórico. Durante el recorrido, que debe hacerse al anochecer, salen al paso cantantes de ópera china, músicos y juegos de luces que lo convierten en un verdadero espectáculo. Pero no es el único, los jardines clásicos de Suzhou, son muy apreciados por su diversidad y su diseño meticuloso, estilo delicado y un enfoque profundo en la expresión artística que combina la belleza natural, la arquitectura, la pintura y las artes literarias en una unidad orgánica. Llegó a haber más de 200 jardines y hoy en día existen unos 60. Estos jardines son un ejemplo sobresaliente del arte de los jardines en China y nueve de ellos han sido incluidos en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Recorrer una parte del mayor canal del mundo
Con sus 1.794 kilómetros de longitud, el Gran Canal de China es el cauce artificial más largo y antiguo del mundo. La parte del canal que pasa por la provincia de Jiangsu tiene 690 kilómetros de largo. Empezó a construirse en el siglo V antes de Cristo por orden del emperador Fuchai y, como une las ciudades de Pekín (Beijing) y Hangzhou, los chinos lo conocen como el canal Jing-Hang. En un principio su utilidad era exclusivamente la de abastecer de agua a las ciudades de secano del norte, pero con el tiempo se convirtió en una vía de comunicación de primer orden por la que han circulado mercancías y tributos. Después de más de 2000 años de desarrollo y cambios continuos, el Gran Canal todavía juega un papel importante en la actualidad. A ambos lados se ha formado un corredor de experiencias culturales y de ocio y una línea dorada de turismo acuático con el paisaje ecológico natural como eje central salpicado de calles históricas, parques culturales, museos, templos, y sitios patrimoniales. Desde varios lugares de la región pueden hacerse pequeños cruceros por el Gran Canal y apreciar su enormidad. Otra forma de descubrirlo es visitando el Museo del Gran Canal en Yangzhou, inaugurado hace tres años y es el primer museo moderno y completo del canal en China que integra la protección de reliquias culturales, exposiciones de investigación científica y educación social. Las nueve exhibiciones temáticas y más de 10.000 piezas muestran la "Sabiduría China" como una enciclopedia, contando al mundo las historias del Canal Chino.
Probar la medicina tradicional china
Aunque la medicina tradicional china se puede encontrar en todo el país, en la ciudad de Taizhou, está uno de los centros más afamados, Tai Hetang, en una bella casa con un precioso jardín. Se trata de un antiguo sistema de medicina que utiliza varios tratamientos como la acupuntura, la acupresión, el tai chi, el qi gong y las hierbas. En el momento en que se desarrolló la medicina tradicional china hace más de 4.000 años, no existía un concepto científico de enfermedad o medicamentos en términos que puedan relacionarse con nuestra idea moderna de la medicina. Por lo tanto, sus principios se formaron más basados en la filosofía que en la ciencia. La medicina tradicional china todavía juega un papel importante en el sistema de salud en China hoy en día y se ha vuelto popular en muchos países occidentales. Aunque este tipo de medicina natural usa muchas hierbas y combinaciones de hierbas, una de las terapias más usadas es el masaje Tui Na que se basa en los principios generales de la medicina china: tonificar el Xu y dispersar el Shi, estimular lo antipatógeno y eliminar el patógeno, reajustar el equilibrio entre el Yin y el Yang y recuperar la armonía circulatoria del Qi y Xué. Casi nada... La terapia consiste en realizar movimientos con las manos sobre la superficie corporal, en zonas muy específicas como puede ser el recorrido de los canales de energía o en puntos muy precisos como los puntos de acupuntura o puntos de dolor. Según explican los expertos los resultados ayudan a corregir la postura corporal irregular o anormal, promover la recuperación del tejido blando, regular las funciones de los órganos internos, reforzar el sistema inmunológico aumentando las defensas, estimular la circulación del QI (energía) y la sangre y calmar el dolor. Lo dicho, casi nada...
Navegar por la “Venecia” que sorprendió a Marco Polo
Suzhou es posiblemente la ciudad más auténtica y bella de la región, y uno de los varios pueblos acuáticos antiguos que salpican el delta del río Yangtze. Más de una docena de ríos y vías fluviales dividen esta ciudad de la dinastía Song en múltiples islotes, conectados por 49 puentes de piedra. Conocida como la Venecia china, Suzhou se remonta al siglo VI a.C. y sus canales, puentes, pagodas e impresionantes jardines hacen que cada uno de sus rincones estén llenos de magia y encanto. Para disfrutarla y descubrir sus bellos encantos, es imprescindible el paseo en bote de remos o en una especia de góndola, diferente de las venecianas, por alguno de sus pueblos acuáticos, que hay muchos. Tongli es, tal vez, el más popular, no tan comercializado como otros, y conserva el encanto de un pueblo antiguo. Es una villa pequeña y en gran parte peatonal, su atmósfera pintoresca y auténtica no se ha visto comprometida por la invasión turística. Tiene tranquilos jardines clásicos, canales bucólicos llenos de barquitos tradicionales de colores, puentes antiguos y algunos edificios históricos. En las orillas hay pequeños cafés y restaurantes, algunas tiendas de productos o de recuerdos. Al atardecer los canales se iluminan con los tradicionales farolillos rojos y guirnaldas de colores, que se reflejan en las aguas creando un ambiente mágico.
Descubrir el delicado bordado de Suzhou
Marco Polo –del que ahora se cumplen 700 años de su muerte– que visitó Suzhou hacia 1276 y se mostró sorprendido por sus canales que le recordaron a su Venecia natal (aunque en Croacia aseguran que nació en Korcula, incluso muestran su casa natal), también descubrió allí, como lo habían hecho su padre y su tío, que éste era uno de los centros mundiales de la industria de la seda que dio lugar a la ahora célebre Ruta de la Seda. Desde hace más de 2000 años, se viene utilizando la seda para elaborar bordados inspirados en la rica naturaleza de la provincia, con hermosos matices de color gracias a la refinada técnica de tratamiento de la seda. El bordado de Suzhou, conocido como suxiu es una técnica artística con una temática de lo más variopinta y abarca representaciones de paisajes, flores, aves, peces e insectos y de las vestimentas de la gente corriente. El suxiu tiene 40 tipos de puntada, aunque apenas se usan una decena en los bordados. Algunos lo definen como “pintura” hecha con seda. Usando hilos de un espesor microscópico, crean dibujos con toda la profundidad y el detalle de los mejores pintores realistas. El arte del bordado con seda tiene una rica tradición en China. Los hilos, fabricados con seda natural, se tiñen de diferentes colores cuando quedan expuestos a distintos minerales. Tanto el tiempo y la temperatura, como la calidad del agua, son factores que intervienen en el resultado final de la coloración, algo que los chinos conocían a la perfección en la antigüedad, pues necesitaban valerse de la modificación de dichas variables para conseguir la gran cantidad de tonalidades que llenaban de colorido los bordados. En el muy recomendable Museo del Bordado de Suzhou se muestran auténticas obras de arte y la ancestral técnica con que se elaboran.
Probar 50 delicias gastronómica en un día
Cualquier comida que se precie en China, y muy especialmente en Jiangsu, debe constar de no menos de una veintena de platos que, como es habitual, se sirven en mesa redondas con una zona central giratoria para que cada uno pueda servirse cómodamente. En un viaje por esta región, teniendo en cuenta la comida y la cena, pero también el desayuno en el hotel, donde hay más propuestas chinas que occidentales, se tiene la oportunidad de saborear cada día medio centenar de platos de lo más diverso. Y nada de lo habitual en occidente: cerdo agridulce, pollo con almendras, rollitos de primavera... ni siquiera arroz tres delicias; aunque en Yangzhou tiene fama el arroz diez delicias que se prepara a la vista de los comensales.
La cocina de Jiangsu es una de las ocho tradiciones culinarias de la cocina china con más de 2.000 años de historia. Tiene fama de cocina gourmet por sus técnicas refinadas y buena presentación de los platos. Es conocida por su aspecto hermoso y delicado y el sabor fresco, natural, suave y ligeramente dulce, pocos platos son picantes. Aunque Jiangsu se define como “tierra del pescado y del arroz” sus propuestas culinarias van mucho más allá. Desde platos fríos artísticos, platos calientes decorativos, esculturas de verduras y frutas, hasta deshuesar el animal sin dañar la forma general, la habilidad con el cuchillo de los chefs es exquisita y se le da gran importancia entre los entendidos, teniendo en cuenta que todo se presenta en porciones pequeñas que puedan ser tomadas con palillos. En los lugares más elegantes cada comensal tiene dos pares de palillos de distinto color, uno para servirse de la bandeja al plato y otro para comerlo. Aunque lo más habitual y menos higiénico es servirse de la bandeja común directamente a la boca. No pueden faltar, como en otros lugares de China, los célebres dimsum rellenos de distintos ingredientes, el pescado Mandarín con forma de Ardilla, la Cabeza de León, una bola de cerdo estofada en salsa marrón, costillas de cerdo Wuxi estofadas y el tofu en diversos formatos y acompañamientos, aunque no el llamado el tofu apestoso, muy popular en Taiwán, al parecer muy sabroso si se consigue superar su olor, un cruce entre basura quemada y olor corporal. Finalmente, conviene advertir que se come con té o agua... caliente y no hay dulces de postre, solo fruta, a veces.
Y algunos detalles más
El recorrido por la región de Jiangsu permite conocer pequeños detalles que hacen más interesante el viaje. Por ejemplo, apenas hay bicicletas, cuando hace unos años se contaban por millones; eso sí, hay muchas motos, con carril exclusivo en las ciudades, y que suelen llevar una especie de edredón que les cubre casi todo el cuerpo, desde las manos a los pies para protegerse del frío y la lluvia.
Algunos conductores de camiones llevan en el volante o encima de él un pequeño visor, como un teléfono móvil, pero no para conocer la ruta, sino para ver películas o algunas de las infinitas series chinas, sin perder de vista la carretera.
Por todas partes hay gran cantidad de flores. Como casi todo en China hay mucho simbolismo también en ellas. Por ejemplo, lo ideal para un intelectual es una combinación que incluya orquídea, bambú, crisantemo y ciruelo.
Como en todas las grandes ciudades chinas y, por supuesto, en Jiangsu, hay multitud de rascacielos, algunos de más de 600 metros, y pese al comunismo oficialmente imperante, sobre sus fachadas se proyectan gigantescos anuncios luminosos de marcas internacionales de consumo.
Los hoteles en casi todas las ciudades de esta región son muy buenos y con precios muy razonables, la mitad que en Europa o menos. Algunas recomendaciones: Wyndham Garden (Suzhou); Shimao Yuluxe Hotel (Taizhou); Hotel Yangzhou Jinling (Yangzhou); Hotel Ziqing Lake Hot Spring Holiday Hotel (Nanjing); Hotel Jinling Hotel (Nanjing).
Una experiencia un poco dura pero interesante es asistir a una ópera china. El mejor lugar es el Centro de Artes Escénicas de Jiangsu en Nanjing, se le define como una combinación de actuación, acrobacia, artes marciales, bellas artes, música y poesía.? La de ópera de Beijing está considerada como Patrimonio de la Humanidad. Puede durar unas cuatro horas (en realidad muchas de Verdi, Puccini o Wagner también se acercan a esa duración), pero es posible escuchar fragmentos cuando se visita uno de los bellos jardines o se navega por sus muchos canales. Incluso en parques o plazas se suele encontrar fanáticos del género llamados piàoyou que se reúnen para cantar al aire libre o tocar algún instrumento. Saber cantar ópera está considerado como uno de los criterios más importantes para decidir si una persona es o no culta.
Jiangsu es la provincia china con más ciudades culturales y más universidades, más de 100, que acogen a 700.000 estudiantes.
Cerca de Wuxi, se encuentra la montaña sagrada de Ling Shan (literalmente Montaña Espiritual). Allí se encuentra una gigantesca estatua de Buda de pie de 88 metros de altura, el doble que la Estatua de la Libertad de Nueva York. Para llegar a ella hay que subir 216 escalones desde el enorme templo de Brahma, una especie de Vaticano del budismo.
En China hay jamón serrano en varios lugares. En Rugao (Jiangsu), en el Delta del río Yangtsé, se consiguen perniles curados de cerdos negros con poca producción, pero muy sabrosos. En el “Compendio de Medicinas” de la dinastía Tang, fechado entre los años 713 y 742 (¡hace más de 1.300 años!), ya se cita el jamón y hoy se puede encontrar en muchos mercados.
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